En el diablo la oscuridad estaba representada por una dependencia de algo externo a nosotros, en la luna debemos enfrentar la oscuridad que surge de nuestro subconsciente. Así entramos en un mundo oscuro donde las reglas y estructuras de la racionalidad no aplican, aquí la imaginación y las emociones gobiernan y nos hablan a través del lenguaje de los símbolos que solo podemos entender a través de la intuición. Estamos en el mundo de los sueños.

A diferencia de la Sacerdotisa que filtra su intuición a través del conocimiento, con la Luna no hay filtros, el pensamiento tiene la libertad de crear imágenes tanto fantásticas como de pesadilla. Nada de lo que descubrimos en la luna nos es ajeno, todo es parte de nosotros. De hecho, quienes reprimen sus emociones o ideas solo entienden un aspecto de la realidad, y seamos sinceros, no tienen una buena vida… por eso es necesario aprender a relacionarnos con nuestra mente. La fuerza nos enseñó a controlar el cuerpo con la mente, la templanza y el astro muestran el equilibrio y la evitación del exceso, ahora la luna te invita a explorar la parte menos lógica de tu pensamiento.

Le anima a no tener miedo de sus instintos y a utilizar su sensibilidad e intuición para encontrar soluciones inusuales a problemas de pensamiento lateral, a estar abierto a sugerencias inusuales, tal vez a utilizar más habilidades emocionales como la empatía para comprender cómo son los demás las personas que sienten o son capaces de expresar las emociones que sienten a través del deporte y la creación artística.

Sin embargo, corres el riesgo de fantasear con las acciones de los demás o con tus propios estados de ánimo. En este caso, el peligro es, por ejemplo, que nos pongamos en el lugar de la víctima, en un intento inconsciente de atraer la atención y el cuidado de los demás, o que no valoremos claramente una situación porque nos basamos en ideas preconcebidas. opinión de que tenemos hechos.

Crear nuestro propio mundo de fantasía para escapar de la realidad es una forma de escapismo y miedo a afrontar la situación. Necesitamos encontrar un equilibrio justo entre la autocompasión y la represión de las emociones. A veces ayuda soltarlo con un grito, pero luego hay que estar preparado para reaccionar y afrontar la situación.